La separación necesaria

Y una mañana, me fui… —

Sentinel, Anne McGill, 2020

Sentinel, Anne McGill, 2020

¿Cómo liberarse del yugo de la perversión?

1) LA SEPARACIÓN NECESARIA:

El deseo de desaparecer uno mismo o de ver desaparecer al otro es la señal máxima de un grito de ayuda que es vital escuchar. Detrás de este deseo (de “que pare”) está la llamada de la vida.” ¹

La llamada de la vida. — Génesis 19:17

Me pareció ver un rayo. Eran las 6:18h de la mañana, o algo así. De hecho, la última vez que miré el reloj eran las 6:14h, pero tardé bien cuatro minutos en ponerme los zapatos, abrir la puerta y salir pitando.

El horror del acto es que lo había preparado todo con antelación. La mochila, lo imprescindible, el pasaporte. Unos días después me esperarían en el aeropuerto. En aquel momento decisivo, sólo había visto dos finales posibles a esta historia: escaparme o morir, y elegí ambos. Me fui matándole a ella, la Eva que todos conocíamos, y nací yo, sin nombre todavía, sin destino. El mismo pequeño fantasma que intentaba hacer creer al público que «aquí estaba».

En la calle, todo estaba oscuro aún. Pensaba en Lot. Me sobresalté por algunos ruidos, pero me di cuenta de que era simplemente el panadero preparándose para abrir. Seguí mi camino, un poco más rápido. ¿Crees que todavía están durmiendo? ¿Pero con quién estás hablando? pensé. Un momento, el cielo se intensificó — un profundo azul marino. Entonces supe que no tardaría en amanecer.

Elegí un banco en medio de la explanada, frente a las montañas, para mirar el cielo. Todavía quedaban algunas estrellas. Me pareció un lugar interesante para empezar a vivir. Un indigente, que vi venir desde lejos, se acercaba tambaleándose y tuve miedo de que viniera a hablar conmigo. Se acercó, se acercó, habló, pero para sí mismo, y siguió su camino. Suspiré. Así que volví a mi amanecer y a esta otra frase del Génesis:

El sol salía sobre la tierra cuando Lot llegó a Zoar.” ²

Podría haber evitado decepcionarlos. Es cierto. Podría haber evitado romperlos el corazón, huyendo de casa así. Pero podría haber dado mi último suspiro también, y eso nunca lo sabrán. Para ellos, a partir de ahora seré simplemente la niña desaparecida. Si hubiera elegido la muerte, me habrían llorado. Pero como elegí la vida, tendrán tiempo para odiarme ahora. Está bien. Hay que tomar el tiempo para hacer estas cosas. Es importante.

Pero luego tendréis que reconstruiros… Yo había decidido ver al sol salir. Una razón para vivir, entonces. Hasta que me volví a hacer la pregunta. El azul estaba cambiando — ahora un hermoso cerúleo, volviéndose dorado. Yo estaba esperando mi turno.

A lo lejos, una mujer caminaba deprisa. Podía ver su silueta paseando de un lado a otro de la avenida. Desapareció de mi campo de visión y reapareció un momento después, frente a mí, agitada. Empezó a hablar y hablar ; yo la miraba, aturdida, como si estuviera hablando un idioma desconocido. Me explicó que estaba buscando a su hijo. Que se había despertado sobre las 5h de la mañana y que él no estaba en su cama. “Tiene 15 años. Pelo castaño, camiseta blanca, más o menos de esta altura... No voy a castigarlo, ¿sabes? Sólo quiero encontrarlo.” Me dió pena, quería ayudarla.

El problema con esta mujer — y ella no lo sabía, por supuesto — era que me estaba enseñando cómo se sienten las madres cuando no encuentran a sus crías en la cama, donde deberían estar. Y de verdad, no era el momento. Sacudí la cabeza y susurré «lo siento».

Era una escena extraña, porque no había esa atmósfera de soledad absoluta que acompaña a todos los grandes momentos de un personaje enfrentándose a su destino. Había dado el salto. Lo había dejado todo atrás. Familia, hogar, comodidades, trabajo... No tenía adónde ir, y me dirigía allí con un par de viejos tejanos y un pasaporte pronto caducado. Para mí, era la aventura de mi vida. Para el panadero, la madre, el vagabundo, era una mañana como cualquier otra.

Sólo había una persona en el mundo que podía entender la naturaleza excepcional de aquel día. Y lo último que hice con ella fue recoger cristales rotos. Esta idea me obsesiona. —


¹ :  C. Eliacheff, N. Heinich, Mère-fille: une relation à trois, (2010), Ed. Albin Michel.

² : Génesis, 19:23


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